Durante el gran Paro Nacional Agrario las y los televidentes pudimos ver con mayor fuerza el vandalismo, la crueldad, el terrorismo, la frialdad y la brutalidad, pero de los agentes de los medios masivos que minuto a minuto nos desinformaron y nos ocultaron la realidad de la otra Colombia movilizada en contra de la guerra total contra los pueblos y la vida desde los poderosos insaciables del modelo económico y a nombre de sus tratados de “libre comercio”.
EnviarUna vez más los medios masivos de desinformación usaron todo su poder para estigmatizar, señalar y deslegitimar la verdadera lucha de los pueblos en Colombia. Así lo hemos vivido en todas las acciones colectivas en las que hemos participado durante las últimas décadas, pero esta vez los señores de la propaganda, los mismos que mercantilizan la palabra y que comercializan la “verdad” que les conviene, sencillamente se pasaron.
No contentos con manipular la realidad que obligó a la movilización, con invisibilizar las drásticas consecuencias de los tratados de “libre comercio”, con ocultar la crisis que le provocaron al agro, con negar el incumplimiento de acuerdos y limitarse sólo a hablar de las incomodidades del paro. Coartaron el dolor de miles de campesinos y campesinas que salieron indignados a rechazar la privatización de la vida, la mercantilización de las semillas y la agresión al campo colombiano.
Cercenaron la palabra de las y los que se levantaron contra la ley 9.70, contra los transgénicos, contra las patentes, contra la muerte de las semillas. Contra el despojo de su cultura, porque con la 9.70 se le declaró la muerte también al trueque y a todos los rituales de las semillas que milenariamente se han celebrado en los territorios. Así, los medios de encubrimiento no sólo silenciaron palabra y acción dignas de un pueblo consciente y decidido a defender la vida, sino que promocionaron y protegieron los intereses transnacionales.
Toda esta agresión vandálica quedó al descubierto gracias a los medios alternativos y a que los pueblos han apropiado y transformado tecnologías de información como internet, que les facilitan denunciar y visibilizar casi al instante. Por eso se logró informar oportunamente la realidad desde el paro nacional agrario, a través de You Tube y Facebook se dieron a conocer fotografías y videos contundentes que mostraron a los verdaderos vándalos: policías de civil y miembros del ESMAD destruyendo vidrios y lanzando piedras. Imágenes capturadas por las y los campesinos que muestran el vandalismo, la crueldad y el terrorismo de la fuerza pública contra un pueblo despojado y dolido por la crisis a la que han sido empujados para defender intereses transnacionales. Vandalismo que siempre se ejerce contra todos los pueblos en todo el mundo, tal como está pasando en este mismo momento en México.
Entrevistas, reportes radiales y un sinnúmero de evidencias que a través de las redes caminaron y motivaron la solidaridad también en las principales ciudades del país, porque varias de las convocatorias a los cacerolazos se hicieron precisamente a través de twitter, Facebook, correo electrónico y demás medios en internet. Gracias a esas denuncias colectivas y oportunas y a la solidaridad, algunos vándalos de información se vieron obligados a mencionar un poquito de tanta verdad, entonces llamaron a investigar los “supuestos” excesos de la fuerza pública.
Las anteriores críticas y reflexiones se vienen dando en las calles, en las casas de familia y entre amigos, pero también en los espacios académicos donde muchas y muchos estudiantes desconocen la realidad campesina. Justamente la primera semana de septiembre se realizó la VII Semana Internacional de Comunicación en homenaje al legado de Jesús Martín Barbero, y en el marco de este evento, se convocó a un diálogo de periodistas donde institucionales y alternativos compartieron sus diversas experiencias y perspectivas vividas con el cubrimiento del paro nacional agrario.
De un lado, los agentes de medios masivos de encubrimiento allí presentes, aseguraron informar desde el punto cero, es decir, ni de un lado ni de otro, solamente informar a la sociedad civil como les corresponde. Además ratificaron que la fuerza pública había sido la víctima y los manifestantes los victimarios. Incluso dijeron que era evidente que las y los campesinos eran de izquierda. Frente a estas posiciones, los periodistas alternativos, como Simone Bruno deContravía, manifestaron que los medios masivos no sólo ocultan la realidad, sino que le hacen eco solo a la voz del establecimiento y promueven la estigmatización contra los procesos de movilización.
Existe un sinnúmero de ejemplos de la sistemática propaganda que los medios masivos de encubrimiento nacional ejercen a favor de los intereses transnacionales y en beneficio del gobierno, pero solo para mencionar uno, recordemos el más obvio de todos, precisamente cuando el Presidente Santos declaró que no había paro en Colombia, mientras miles de campesinos y campesinas tenían paralizadas varias zonas del país.
Aún así, los agentes de estos medios aseguraron informar desde la “ética periodística”. Por eso será que no se cansaron de señalar a las y los manifestantes para que fueran judicializados. Incluso la campaña actual es a favor de legalizar la criminalización de la protesta, de promover leyes que garanticen condenas para quienes se movilicen y apoyen los paros, pero no se atreven a presentar al menos uno de los muchos videos donde se evidencian a los verdaderos infiltrados y vándalos que le hacen daño al país. Hasta promocionan fotografías de jóvenes por los cuales piden recompensas, envés de denunciar de la misma manera a los verdaderos vándalos, ladrones y corruptos que se reparten el país.
Teniendo claro entonces, que los medios de encubrimiento al servicio del poder siempre se van a limitar a informar sobre el tráfico, las pérdidas económicas, las vacaciones que se truncan y demás incomodidades por los bloqueos durante los paros, y que su tarea es, ayudar a criminalizar la protesta social. Es necesario fortalecer las formas y medios de comunicación propios y apropiados; es urgente consolidar los tejidos de comunicación en el país; y es indispensable seguir dándole la palabra al pueblo para que camine en libertad y en defensa de la vida.
“No me interesa ser objetivo cuando hay temas humanos sobre la mesa y cuando hay emociones. NO me interesa… No más por favor, no sigamos negando nuestra propia historia y hagámonos cargo”. Pero queda claro además, que el país que encubren se descubre a sí mismo. Que el esfuerzo de encubrir ha construido y defendido un país de mentiras que queda a la vista en los comerciales para esa clase feliz que consume y es a la que le “informan” esos medios. Esa sociedad de mentiras no es Colombia. Hay que encubrir a Colombia para defender esta fantasía. Pero por las grietas de la muralla de mentiras se escapa una verdad de todas y todos, un país, un mundo, que no debe seguir tragando y callando como si pudiera comprar la felicidad que le prometen desde la miseria que nos imponen. Ni queremos esa felicidad, ni somos así, ni por querer vivir sin mentiras somos vándalos.
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