El Çxapuç es una ofrenda a los espíritus de aquellas personas que trascendieron la vida terrenal, de los que ‘murieron’ como se cree en el pensamiento occidental. Para los indígenas nasa los espíritus siempre siguen acompañándonos por esta razón es que cada año en el mes de noviembre se realiza el Çxapuç que significa “brindis a los espíritus” en nuestra lengua nasayuwe.

 

Este ofrecimiento se hace con el fin homenajear a los espíritus, de mantenerlos contentos, para que nos ayuden a tener mejores cosechas cada año. Cosechas abundantes de maíz, fríjol, zapallos, mejicano, entre muchos otros productos de la Madre Tierra. Pero el principal objetivo del ritual es armonizar a la comunidad con la guía de los espíritus, que ellos nos ayuden a estar en armonía con la naturaleza.

 
El día 23 noviembre en la parcelación La Esperanza del resguardo indígena de Munchique Los Tigres, los y las estudiantes de la escuela de Nasa Yuwe, desde las 8 de la mañana, iniciaron minga para la preparación del ritual. Todos ayudaron en la preparación de abundante comida que en la noche sería brindada a los espíritus. 
 
La minga preparatoria estaba organizada en grupos de dos o cuatro personas, según lo que exigía cada labor. Una de las primeras  actividades fue la cargada de la leña para darle vida al abuelo fuego que para los indígenas nasa significa, la unión familiar, el aprendizaje,  es el guía de nuestra vida cotidiana. Esta tulpa fue alimentada por tres palos de leña en representación de la familia: mamá, papá e hijos. Un trozo de leña grande y pesada, que simboliza el papá, fue cargado por 4 mujeres; otro palo, que significa la madre, fue cargado hasta la tulpa por los hombres; y el último tronco, de tamaño mediano, que simboliza a los hijos, fue cargado por niños y jóvenes. 
 
 
Con estos palos se construyó la tulpa del cual los mayores espirituales recomendaron no entrecruzar ni superponer sino ayudar a que cada uno se mantenga en su espacio. Las tres piedras tienen el mismo significado y en cada una de ellas asentaron una totuma con bebida tradicional para brindar a los espíritus que acompañaban la ocasión y daban fuerza para seguir laborando.
Las comisiones de trabajo continuaban todas en su función, unas cocinaban los pavos y gallinas, mientras otras fritaban el pescado y la carne de cerdo para el chicharrón. Otro grupo más cocinaba la carne, el arroz y los frijoles y otro alimentaba el fuego apurándose para cocinar el mote y ayudar a templar la carpa para el evento. Otros grupos más alistaban la leña, preparaban el revuelto, verduras y condimentos. El grupo de los mayores alistaban la chicha, el chirrinchón y la coca, mientras las señoras molían el maíz para las arepas, atizaban fogón y atendían a sus hijos. De esta forma trascurrió el trabajo durante el día.
 
Al caer la tarde empezó a llegar la gente a participar en el ritual. Los mayores se reunieron haciendo un trabajo medicinal, convocando a los espíritus para que acompañaran en la noche. Cuando empezó a anochecer cayó un fue una fuerte aguacero, viento y relámpagos que nos señalaban la presencia de los espíritus. A este anuncio los mayores respondieron con apuro en la mascada de la coca, el brindis de plantas medicinales y bebida tradicional. De acuerdo a la interpretación que los mayores les daban a estas manifestaciones de la naturaleza, los espíritus decían que “algunos trabajos no realizaron de la forma correcta” refiriéndose a que durante el trabajo del día hubo momentos de desorden que desarmonizaban el esfuerzo del ritual.
 
 
La ceremonia empezó desde las 6 de la tarde y los organizadores empezaron a servir la comida a los primeros invitados que son los espíritus. Les ofrecimos tres platos: En el primero mote, sancocho, fríjoles, arroz, arepa y hojaldras. Igualmente les brindamos carnes de gallina, pavo, de res, de cerdo y huevos en el segundo plato. El tercer plato ofrecido a los espíritus fue una especie de postre: llevaba frutas como mangos, uvas, guamas, manzanas, peras, naranjas, mandarinas, bananos, moras, guayabas, dulces, panes, ‘mejicano’ (una mazamorra hecha con una hortaliza parecida al zapallo), entre otros. También se ofrecieron diversas bebidas como café, agua de panela, chocolate, chica, chirrincho, aguardiente y otras bebidas occidentales. Todos estos platos se ubicaron en la choza (kiosco) alrededor del fuego. Según la recomendación de los mayores hay que danzar para alegrar a los espíritus y esperar hasta las 12 de la noche a que bajen los espíritus a recibir la ofrenda de los alimentos. 
 
A las 7 de la noche, después de una breve presentación de algunas autoridades tradicionales, participantes y la comunidad anfitriona, se dio inicio a la danza tradicional donde se integran los niños, jóvenes, adultos y mujeres para alegrar la noche. La danza formó una larga fila que rodeaba toda la escuela y la choza donde se ofrendaban las comidas para mantener los espíritus contentos hasta que sea media noche. La danza duro 3 horas, la gente que llegaba se iba integrando, los danzantes en su paso recibían la chicha que el encargado ofrece y que algunos llevan en su totuma.
 
 
A la media noche, los mayores dan el permiso de repartir la comida entre la gente. Se tuvo en cuenta, en primer lugar, a los niños que ordenadamente hacen la fila y reciben tres platos de comida diferente, uno de arroz, frijoles y gallina, otro de mote y carne, el último es un exquisito plato de frutas, hojaldras, panes, arepa y bebidas. Luego siguieron los jóvenes y los adultos, los mayores dicen que hay que repartir toda la comida, que nada debe sobrar. La comida ofrecida y que se comparte al finalizar el Çxapuç se hace recordando los gustos de los seres queridos cuando estaban físicamente con nosotros. Dicen los mayores que mientras se danza vienen mariposas a posarse en la comida ofrendada y que son ellas las que representan a los espíritus que bajaron a recibir nuestra ofrenda. 
 

Tejido de Comunicación – ACIN