El año 2013, la decadencia imperial y la lucha revolucionaria…
Lo más destacado a nivel internacional durante el año 2013 fueron los acuerdos logrados entre las potencias mundiales en torno a los conflictos de Siria e Irán. Marcan y son expresión de la decadencia de la hegemonía estadounidense. Confirman la existencia de un “orden” planetario inestable y endeble en donde nuevos bloques de poder (BRICS[1]) inciden cada vez con más fuerza en la economía y política mundial.

La crisis del “techo de la deuda” que vivió EE.UU. es otra señal de esa decadencia así como el debilitamiento del dólar con respecto a otras monedas, especialmente el yuan. Son hechos que indican – a todas luces – que el sistema mundo capitalista intenta reacomodarse y asimilar de diversas formas la profunda crisis que se traduce en destrucción de riqueza, búsqueda de nuevas fuentes de inversión y competencia por el control de territorios, recursos naturales, mano de obra y mercados. Los acuerdos políticos logrados están cruzados por esa inestabilidad económica.

Otro hecho importante fue la comprobación del espionaje estadounidense al mundo entero. Era una sospecha generalizada pero no había sido probada. Las revelaciones del agente Edward Snowden pusieron en evidencia el gran complot e intriga que compromete a los servicios de inteligencia del mundo desarrollado. Éste evento es una ratificación del desespero de las cúpulas político-militares gringas y su psicosis por controlar el mundo que se corresponde con su creciente debilidad. Es una demostración de cómo EE.UU. ensancha y fortalece la intervención militar ante el agotamiento de su control político y económico.

Los pueblos y trabajadores de los cinco continentes siguen fortaleciendo la lucha por democracia, autonomía, independencia nacional, defensa de la naturaleza, por igualdad y la Paz basada en la justicia social. Sin embargo, los avances conseguidos en el norte de África (Túnez y Egipto) y el Medio Oriente, se han visto disminuidos y saboteados por la intervención de las potencias occidentales y la intrusión del integrismo islámico en cabeza de Arabia Saudita y Qatar.

Así mismo, las luchas de los trabajadores precariados, los desempleados, inmigrantes y las clases medias empobrecidas de los países del Norte (España, Grecia, Italia, Francia, Portugal, Islandia, Bulgaria, Inglaterra, EE.UU., Canadá, etc.), aunque han mantenido dinámicas locales y regionales significativas, han logrado ser contenidas parcial y temporalmente pero el fuego de la inconformidad está latente y crece día a día.

En América Latina la situación es dual y compleja. Crece la resistencia popular a la segunda fase de neoliberalismo provocada por la crisis capitalista mundial, que se traduce en los planes de privatizar importantes empresas estales de hidrocarburos (Pemex de México, Petrobras de Brasil, Ecopetrol de Colombia), la avalancha de inversiones en mega-proyectos energéticos, mineros y de apropiación de territorios para producción de agro-combustibles (caña de azúcar, palma africana, soya), y el reimpulso al IIRSA por parte de gobiernos de la región.

Decimos que es dual y compleja por cuanto durante el año 2013 se hicieron evidentes las limitaciones políticas y económicas de los llamados gobiernos progresistas de Venezuela, Ecuador, Bolivia, Brasil, Uruguay y Argentina, inmersos en la dinámica capitalista mundial que por medio de la financiarización de todas las relaciones de producción, subordina y subsume los esfuerzos parciales de los gobiernos de la región para crear una industria propia y fortalecer sus economías nacionales. La dependencia tecnológica, la escasa o nula integración regional para enfrentar las presiones financieras, la estrategia de debilitar los movimientos sociales para controlarlos, la política de conciliación con las burguesías locales basada en la desconfianza en la capacidad de los pueblos, todo ello atenta contra el desarrollo de verdaderos movimientos anti-capitalistas y sume a los gobiernos en el dilema de traicionar los ideales e intereses con que se fundaron los procesos de cambio o profundizar las revoluciones hacia la construcción de verdaderas hegemonías populares.

Se presentan de esa manera enormes tensiones entre los gobiernos y diferentes pueblos nativos, trabajadores y población en general en países en donde se supone que existen “procesos de cambio” que representan los intereses populares. Las manifestaciones juveniles en más de 100 ciudades del Brasil por “transporte libre” y contra los gastos suntuarios del campeonato mundial de fútbol, las rebeliones populares con saqueos incluidos en diversas regiones de Argentina, la resistencia a los proyectos extractivistas en toda la región, la no superación del conflicto en torno del TIPNIS en Bolivia, el fracaso de la iniciativa Yasuni-ITT en Ecuador, las devaluaciones de la moneda y los enfrentamientos con obreros de Sidor y otras factorías en Venezuela, todo ello y muchas más, son manifestaciones de las limitaciones estructurales de los procesos nacionalistas en marcha.

Teniendo en cuenta que la revolución bolivariana se había planteado como la vanguardia de un supuesto “Socialismo del Siglo XXI” y que era una esperanza para los pueblos y trabajadores del mundo entero, durante el año 2013 se ha hecho evidente que el gran capital internacional y las burguesías transnacionalizadas han diseñado estrategias políticas y económicas para “domesticar” y manipular los “procesos de cambio”, limitándolos a la aplicación de políticas asistencialistas (subsidios y programas sociales), a la tibia y aparente “nacionalización” de algunas empresas de sectores estratégicos (gas, petróleo y energía), pero en lo fundamental, los gobiernos “progresistas” continúan administrando sus grandes capitales en favor y beneficio del poder financiero mundial.

A partir de esas realidades, surgen iniciativas para enfrentar la crisis del capitalismo de una forma más integral y sistémica. Las experiencias de pueblos y trabajadores de todo el mundo en su lucha de resistencia a las lógicas del gran capital y los aportes conceptuales de intelectuales[2] de todo el mundo nos muestran caminos revolucionarios que van más allá de la simple asunción al control de los gobiernos y “Estados heredados”, que deben ser sistematizados y generalizados para que la consigna de construir una nueva sociedad sea una realidad.

Experiencias de construcción de autonomía como la desarrollada por los indígenas chiapanecos (México) se colocan a la cabeza de la lucha por construir un mundo de y para “los de abajo”. La resistencia de los Mapuche en Chile, los Nasa en Colombia, el surgimiento de nuevos movimientos sociales que construyen relaciones de solidaridad de nuevo tipo en el rescate de los bienes comunes, la intifada juvenil de Brasil, e infinidad de experiencias locales en defensa de la naturaleza, la igualdad de género, contra la discriminación racial y la defensa de los inmigrantes, constituyen ejemplos de una insurgencia social que se expresa en el terreno de la economía, la cultura, la generación de pensamiento sistémico, la vida cotidiana libre y creativa, y la resistencia a la alienación consumista, depredadora e individualizante.

En ese sentido se aboga por la necesidad de re-pensar las concepciones políticas, los métodos de trabajo y las formas organizativas de los revolucionarios y de las izquierdas, para adecuarnos a un cambio generacional que está a la vista. La lucha anti-capitalista debe ser puesta a la orden del día y dentro de ella, la revolución política (lucha por el control de los gobiernos y Estados) debe ser revisada con mucho rigor. La destrucción del Estado burgués implica la actuación de los pueblos y los trabajadores en diversos órdenes de la vida sin subordinar unos a otros: en la economía, forjando desde lo local nuevas relaciones de producción basadas en la solidaridad y la reciprocidad; en las relaciones con la naturaleza, creando tecnologías y formas productivas respetuosas del medio ambiente; en las relaciones de trabajo, forjando formas de liberación del ser humano en el proceso productivo (¡por una jornada laboral de 4 horas!); en las relaciones de intercambio, diseñando una economía de equivalencias basada en el valor-trabajo; en la vida cotidiana, recreando una cultura popular que enfrente y supere el fetichismo de la mercancía y cuestione el “modelo de progreso” que se nos ha impuesto; en las relaciones entre los humanos, superando el colonialismo cultural y las herencias patriarcales; y en las relaciones políticas, construyendo formas de auto-gobierno que en sí mismas deben ser formas de destrucción del Estado como lo hemos conocido.

Sólo una organización de los pueblos y trabajadores que aborde todas estas tareas en su complejidad y diversidad concreta, que sepa explorar las potencialidades del saber y el sentir de los pueblos, podrá contribuir con solidez y eficacia en el aceleramiento del paso del capitalismo depredador, despojador y creador de muerte, a un sistema post-capitalista basado en el principio que dice “de cada uno según su capacidad, a cada quien según se necesidad”. Sólo una organización con la suficiente apertura mental para tejer todas esas formas de acción revolucionaria que nace de las comunidades de base, podrá contribuir con consistencia, humildad y mucha espiritualidad, al nuevo amanecer que está en nuestros sueños y esperanzas.

“Pueblos y proletarios de todos los países, uníos” (Marx). Por un año 2014 creativo, combativo y revolucionario, debemos revisar y replantearnos nuestra forma de acción política. La juventud que brota de todas las regiones del planeta está pidiendo y exigiendo nuevas miradas y nuevas formas de relacionamiento entre los pueblos, sus movimientos sociales y populares, sus organizaciones y activistas. Hay que promover la “herejía” al interior de los revolucionarios y de las izquierdas. ¡Que no quede piedra sobre piedra! ¡Revisemos todo!

 

http://www.proclamadelcauca.com/2013/12/la-lucha-contra-el-capitalismo-y-sus-perspectivas.html