Se veía venir desde que el gobierno de Uribe decidió comenzar con la estrategia de la minería, sin tener en cuenta los altos costos sociales y ambientales que esto conllevaba para la sociedad colombiana.

Cuando la producción cafetera comenzó a entrar en barrena y los precios de los productos mineros se dispararon en el mercado mundial, se creyó que la tabla de salvación para la economía no era otra que abrir sin ninguna consideración la feria de lo que se ha llamado los “títulos mineros” y se otorgó patente de corso para que los interesados, sin el lleno de requisitos legales y ambientales comenzaran sus sospechosas explotaciones a  lo largo y ancho de la  geografía nacional.

En esta forma desordenada los ríos de la selva se convirtieron en el nuevo botín y sin mostrar el más mínimo respeto por ellos y por las comunidades que los habitan desde tiempos inmemoriales, decidieron establecer una explotación salvaje e inmisericorde, donde no rige ningún control estatal y sólo se impone, como en el lejano oeste de los Estados Unidos, la ley del más fuerte.

Fue precisamente el diario “El Espectador” del día jueves 23 de enero de 2014, el que dio señal de las cosas graves que están ocurriendo en nuestras selvas, al titular en la página 19, así: “Alerta por mercurio en tres ríos colombianos” y decía a continuación que “El río Caquetá está altamente contaminado con mercurio y el mismo diagnóstico aplicaría para los ríos Inírida y Amazonas, según una alerta de la Fiscalía General de la Nación. Por primera vez una autoridad judicial hace una advertencia sobre esta grave problemática que ha sido explorada principalmente por académicos y autoridades ambientales regionales”.

Esta denuncia es muy grave porque se está atentando irresponsablemente contra la salud de los colombianos al verter sin control ni recato, grandes cantidades de mercurio utilizadas en la minería ilegal del oro. La presencia de balsas mineras ancladas en la superficie de los ríos, extrayendo arena de sus lechos y mezclándola con el mercurio, que muestra el Espectador, es escalofriante, porque son verdaderos laboratorios que arrojan a sus aguas todo el material venenoso y mortífero como el subproducto de su sucio negocio.

El país está al borde de contraer, si es que no la hemos contraído ya, la terrible enfermedad de Minamata que es un síndrome neurológico grave y permanente causado por un envenenamiento por mercurio.

Los síntomas incluyen: ataxia, alteración sensorial en manos y pies, deterioro de los sentidos de la vista y el oído, debilidad y, en casos extremos, parálisis y muerte.

El nombre de esta enfermedad le viene de Minamata, ciudad japonesa que fue el centro de un brote de envenenamiento por metilmercurio, en la década de los años 50. En 1956, año en que se detectó el brote, murieron 46 personas. Entre 1953 y 1965 se contabilizaron 111 víctimas y más de 400 casos con problemas neurológicos. Por ejemplo, madres que no presentaban ningún síntoma dieron a luz niños gravemente afectados.

En 1968 el Gobierno japonés anunció oficialmente que la causa de la enfermedad era la ingestión de pescado y mariscos, contaminado de mercurio provocado por los vertederos a las aguas de la bahía que hacía la empresa petroquímica de nombre Chisso.

Desde aquí queremos advertir en forma perentoria a los organismos jurídicos y policiales de la urgente necesidad de actuar porque cada día que transcurre con estos mineros ilegales y criminales en acción, se están condenando a miles de colombianos a ser portadores de esta terrible y silenciosa enfermedad que habrá matado no sé a cuántos colombianos que todavía no conocen este dramático diagnóstico.

Es hora que el Gobierno revise con sumo cuidado la legislación minera y ponga, donde  sea necesario, fuertes talanqueras, no vaya a ser que mañana sea demasiado tarde.

 

Alonso Ojeda Awa Ex embajador de Colombia, Director Programa Paz U.P.N.

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